¡Por fin se dió! ¡Que lindo es volver a ver un seleccionado local con esa rebeldía y ese ímpetu! ¡Vamos Argentina!
Disculpen por la algarabía del inicio, pero sinceramente fue la expresión de tantos compatriotas futboleros y no quisimos quedar al margen, ahora, nos sacamos la camiseta y agarramos fuerte el lápiz y el papel. Momento a analizar y volver a la razón.
Empezamos por el tiempo inicial, Argentina jugo un partido prolijo, sin llevar demasiados problemas a su arco rival pero tampoco sin que se los creen. Y en este primer punto es necesario detenerse un momento. Porque, como hacía mucho –mucho- tiempo no se veía en este equipo, hubo una mejora defensiva.
La inclusión de Clemente Rodríguez clausuró el lateral izquierdo y le dio criterio a los ataques por ese sector en un puesto donde carece (o carecía) variantes, y también fue interesante el ingreso de Federico Fernandez, firme de arriba y sólido para ganar las espaldas y los anticipos, le dieron seguridad a un sector que no hace mucho trajo varios dolores de cabeza. Solo dos nombres diferentes en el pizarrón, pero fueron mucho mas que eso.
A tener en cuenta: en dos partidos los rivales llegaron al gol por un error individual y un rebote, respectivamente, y hubo una sola situación de gol encontra entre ambos.
Si. Seria fácil decir que fue porque jugo con Bolivia y Colombia. Pero recuerde los primeros dos partidos de la Copa América, aquí, de local, con tiempo real de trabajo, ante estos mismos rivales justamente. ¿Se acuerda quien fue la figura? Si, Romero, el arquero.
También tenemos que darles merito de esto a los mediocampistas, que sobre todo este segundo partido recuperaron muy rápido la pelota e hicieron precoz cada avance cafetero. Esto también es clave para la tenencia, aunque a veces no sabían que hacer con ella. Sin embargo, es merito también de los de Leonel Álvarez, que marcaron bien de cerca de Sosa, el único con características de creativo, y la presión llegaba hasta que le caía en los pies a Mascherano o Braña, los menos aptos para esta tarea. Bien, muy bien Guiñazu, que supo correr de modo criterioso el medio siendo eje de la presión.
Para cerrar este bloque, queremos repudiar las palabras del payaso con micrófono, que se cansó de pedir al que estaba afuera, siendo esta la forma más fácil del no análisis. También, por su constante hostigamiento a José Sosa, preguntándose cuales eran los meritos por los que había llegado ahí y cuando había sido su buen momento. El desmerecer la carrera de un grandísimo jugador, que ha sido campeón y figura de Libertadores, que ha jugado en el Bayern Munich por varios años, en el Napoli y que aún sigue en el Viejo Continente, es de una calidad periodística y humana aberrante. Nunca sacaste un lateral.
En cuanto a la elaboración de juego, ahí quizás fue el punto donde la selección se mostró algo confundida y descordinada. Los de abajo tiraban pelotazos, y los de arriba la pedían por abajo. Así todo, en el segundo tiempo todos se enrolaron bajo una misma bandera y pudieron dar vuelta un resultado del que los buitres ya olían carroña.
Las nubes se empezaron a despejar cuando el mejor del mundo se sintió mejor acompañado. Porque Messi se ve obligado a sacarse uno, dos, tres y cuatro de encima, y no por egoísta o por querer salvar su ropa, sino por no tener una descarga clara.
Lio se sintió cómodo con Sosa bien cerca, un jugador técnico y dinámico, socio ideal del animal rosarino por características. Párrafo aparte para Agüero, un fuera de serie devaluado en el inconciente colectivo pero que rinde cuando le toca entrar.
Como conclusión, esta doble llave ha dejado cosas muy positivas, se ve una mejora, un avance. De a poco, el Imperio Romano no se construyo en 3 meses, pero por lo menos, ya se empiezan a acomodar algunos ladrillos en los cimientos. Y eso resulta interesante.
Alejandro Romero
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