lunes, 11 de abril de 2011

Cuentos de Fútbol. Aquellos Tres.

Esta historia la narra un total ignoto. Uno de esos tipos que pasan por la vida sin pena ni gloria. Pero sabes, mas allá de mi mediocridad, tengo la virtud desde pibe de ser muy observador.

Tanto es así que siempre encuentro alguna nueva historia para apalear mi aplastante y triste rutina. Podría contarles de los cuentos de viejitas hablando mal de sus maridos, cuarentonas que se jactan con orgullo de su infidelidad y tipos que estaban mas para el manicomio que para un paseo por Florida. Pero como olvidarme de esos tres.

Les quiero contar que en uno de esos paseos de siempre, vi tres pibes jugando a la pelota en esa callecita angostita de Barracas, Anchoris, creo que era. No se porque me detuve a mirarlos. Algo me obligo a quedarme ahí.

Así estuve mirando hasta que se metieron adentro. Al otro día volví a pasar y lo mismo: Los pibes horas y horas dándole a la redonda. Así por semanas y semanas. ¿Quién dice que el buen fútbol lo hacen los que mas cobran?

A ese loco lo van a tener que disculpar pero, yo ahí, con la humilde condición de tres pibes, una pelota y dos troncos de arcos, vi el fútbol mas lindo de todos. Un fútbol alegre, puro, sano. Un fútbol que partía desde el corazón y terminaba en los pies.

Desde la esquina, siempre listo estaba el pibe del tono extranjero, pero más argentino que el dulce de leche, listo para tirarle el centro para que los otros dos la manden a guardar. A mi no me vengan con Beckham y Van Nistelrooy, yo me quedo con estos tres.

Se preguntaran quien atajaba. Buena pregunta. El arquero brillaba por su ausencia. Pero yo te digo, no imagino arquero alguno capaz de taparle una a estos tres.

Los veía día y noche, semana tras semana hasta que un día me digne a acercarme. Uno salio corriendo, tal vez haya sido mi apariencia medio horrorosa, no lo se.

Los otros –medio asustados- me la dieron por abajo y yo, queriendo cancherear, me puse a hacer jueguito, aunque solo pude hacer 2 y se le devolví con cara interna. Soy medio limitado viste, por eso yo solo miraba.

Seguí pasando durante 1 mes, hasta que un trágico día, no los vi más. Me entere que uno se rompió los ligamentos, otros se volvió a su país y el tercero, se dedico a la política.

Así las calles que sonreían en los veranos quedaron vacías. Atrás quedaba la alegría, las quejas de los vecinos y porque no, alguno que otro vidrio roto. Todo quedo ahí, en el olvido de todos y la memoria de pocos.

Quien me hubiese dicho a mi que aquellos tres me iban a cambiar la manera de ver el fútbol. Es increíble pero a veces nos detenemos en los análisis profundos de sistemas, contratos y demás. Sin detenernos en ese pequeño detalle que llena nuestros corazones y nos hace felices como niños. Como esos tres. Que me enseñaron que para jugar al fútbol no hace falta hacerlo bien. Solamente basta con sentirlo de ese modo.

Alejandro Romero

No hay comentarios:

Publicar un comentario