Leandro Caruso llevó durante su juventud una carrera particular. Comenzó su historia en las inferiores de Independiente donde estuvo ocho años, alternando la titularidad. A medida que pasaban los años, el joven Caruso no creía al ritmo que lo hacían sus compañeros y lo ubicaban en grupos especiales de trabajo, lo que definitivamente lo frustró y dejó de ir.
En busca de continuidad, se fue con edad de 5ta División a Dock Sud aunque solamente duro un año y largó el fútbol… Por un rato. Mientras tanto acompañaba a su papá a amarrar barcos en el puerto.
Pero dejar el fútbol, no es fácil. Y volvió pero a jugar con la numero 3, y comenzó a mostrar su repertorio en el futsal en Racing. Aquí mostró un nivel fuera de serie, era imposible sacársela. Una base que le sirvió para el resto de su carrera, ya que aprendió a trasladar esa técnica a la cancha grande.
Comenzó a hacerse conocido en el mundo del futsal. Todos querían ver al fenómeno de La Academia. Los mismos que se preguntaban que hace semejante jugador jugando en baldosa.
Un buen día, gracias a su entrenador Daniel Luaces le llegó la chance de volver al césped para jugar en la Reserva de Racing.
Este paso, si bien no fue lo bueno que él hubiese querido, fue su puntapié para la vuelta al fútbol grande. Luego, Arsenal fue quien le abrió las puertas, por entonces en la B Nacional y con Jorge Burruchaga como técnico. Tras el campañon y el ascenso a Primera División, quedó tapado con los refuerzos que habían venido esa temporada, del calibre de Calderón, German Denis y Adrián Romero.
Sin posibilidades de jugar, llegó su primera chance en el exterior ¿Destino? México.
Estuvo en el Pioneros de Ciudad de Obregón de Segunda División, donde convirtió 15 goles en 40 partidos. Volvió a Arsenal pero con igual suerte, cuestión que lo obligó a volver a emigrar, nuevamente a la tierra de los mariachis, para jugar en el Club Tijuana.
Seis meses después, retorno al país para jugar en otro club del sur: El Porvenir, en la B Metropolitana. Por ese entonces, el conjunto de Gerli atravesaba –como hoy- en una delicada situación institucional.
Armó nuevamente las valijas para México, pero esta vez para jugar en el Real Colima.
De nuevo en nuestras tierras, el 2008 lo encontró integrando el plantel de Godoy Cruz, con Sergio Batista a la cabeza, que buscaba armar un equipo competitivo para pelear el finalmente conseguido ascenso.
En la búsqueda de un delantero, confió en las condiciones de Caruso para resolver el déficit ofensivo del equipo. A pura técnica, gambeta, habilidad y gol, fue la gran figura del equipo y porque no del Torneo de la B Nacional.
Continuo la historia ya con su equipo en Primera, donde fue goleador y figura del todavía sorprendente Godoy Cruz. Este tremendo nivel le valió el pase y el sueño del pibe: al Udinese a cambio de 4.000.000 de euros.
El ahora ya reconocido Caruso llamaba la atención de todos por sus lujos y su juego de potrero. Aunque apenas llegó al Udinese se topo con un problema: Su DT confeso que el no lo pidió y que solo había sido un capricho del presidente, por lo que el pobre Caruso quedo en el medio de la polémica.
Sin continuidad, un Súper Velez se hizo de su talento a préstamo, pero sin embargo, el Burrito Martinez, Santiago Silva, Cristaldo y Rodrigo Lopez lo opacaron y se fue de Liniers casi sin jugar.
Esto le abrió las puertas para cumplir otro de sus sueños: Jugar en un club grande. Esta vez, quizás en uno de los más grandes como lo es River Plate. Y aunque fue uno de los fetiches de Ángel Cappa, casi no tuvo oportunidades en el Primer equipo.
Así todo, su historia vale y valerá como una de las más ricas del Ascenso, por ser un chico que la peleo siempre y alcanzo la meta que muchos futbolistas desearían lograr. Solo a base de talento y sacrificio. Made in Ascenso.
Alejandro Romero
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