miércoles, 24 de noviembre de 2010

Nosotros lo vimos antes que Caruso: Lelo Sejean.


El quiere ser. Futbolista. Famoso. Argentino. Vivir mucho tiempo de su vida acá, en nuestra tierra, esa de la que todos los desconocidos se enamoran. 

 Este fue un amor a primera vista. Desde chico, comenzaba su idolatría gracias a las épicas actuaciones de Gabriel Batistuta, Claudio López y Javier Zanetti en Francia 1998. 

 Como para no hacerlo. Que hermoso fue ver defender como nadie, con el cuchillo entre los dientes y arqueros frescos como lechugas, dejar la vida en cada dividida, en cada cruce. Confieso que mi también me enamoró.

 Pero el, lejos de todo el fervor que aquí vivimos en cada Mundial, tuvo que verlo por televisión. Su amor tenia un limite. Hasta que, algunos años después, ese limite era precisamente lo ilimitado.     
   
 Un día decidió tomar sus cosas y marcharse a un nuevo mundo. A nuestro mundo. Para el, un mundo desconocido. Donde todo y nada podía pasarle. Lelo nació en Australia hace 20 años, su documento así lo indica. Sin embargo no hay papel que pueda con el corazón. Y su corazón lleva los colores celeste y blanco.

 Vino desde allá, del país de los canguros, de la buena vida, en busca de un sueño. Su sueño. Lelo vivió en Constitución acompañado por una familia paraguaya y sus amigos de Morón que se ocuparon que nada le falte. Lo cuidaron. Vio cosas feas, si. Y cuando estas lejos de tu familia, lo duro es duro dos veces. También, tuvo que enfrentar noches sin dormir por la música en el boliche de al lado, comidas preparadas y todo tipo de adversidades, obstáculos que el destino nos pone a ver si podemos superarlos.

  Así todo, cuando la familia falta, cuando falta la plata, lo que te hace feliz es un simple objeto redondo que va de acá para allá. Una pelota y veintidós tipos. 

 Llego para probarse en Boca sin éxito. Así todo un nuevo camino le abriría la puerta para entrar a nuestro fútbol. Y quien más que nuestro querido ascenso. Aquí en nuestro país, Barracas Central fue su casa. Le dio la posibilidad de cumplir su sueño. Para el, aquella cancha dura y despareja del fondo, los vestuarios, a veces sin agua caliente, era como estar en las instalaciones del Manchester United, el primer nivel. Los lujos, se ven en la cancha, dicen.

 En su país, una Liga con tan solo 12 equipos en la Primera División, el juego se basa en el roce físico. Todos corren. Todos cabecean. Todos chocan. Nadie juega. Aquí, Lelo pudo comprender el valor del juego en equipo, la técnica individual, el hambre por pelear por ese contrato que no llega.  

 La experiencia es un peine que te da la vida, diría un prócer del barrio vecino. Y la experiencia que se lleva de aquí no se aprende en los libros. Hoy, Lelo esta volviendo al país en busca de una nueva oportunidad, y como no podía ser, su club, su casa, le vuelve a abrir las puertas. 

Estará en el ahora, conseguir el tan ansiado éxito deportivo, con sacrificio y hambre de gloria, dejando la vida en cada pelota.  Pero no hay batalla que se gane sin inteligencia ni lucha. Lelo cuenta con esto y mucho más. Y nosotros lo vimos... Antes que Caruso.

Alejandro Romero

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